05/02/2022, día 3 Chulilla
Son las 6:00, o al menos deberían serlo. Suena el despertador en el teléfono de Victor, la próxima vez pondré la alarma en el mío… Amanecemos nerviosos en la furgo de Elena, que no es grande, pero si muy acogedora, nos pone a resguardo de la intemperie y ofrece un colchón bien cómodo en el que pasar la noche de lluvia que nos viene por delante. Que bueno es tener amig@s que te den cobijo y apoyo logístico en estos momentos.
Nos hemos propuesto comenzar con la escalada sobre las 8:00, con los primeros rayos de sol, para poder atravesar todo el Muro de las Lamentaciones antes de que empiece a llegar gente a escalar allí, así que con un par de horitas para desayunar e ir haciendo camino debería de bastar, pero como ya se sabe, a esas horas uno se mueve más despacio, y el tiempo parece correr con más apuro.
Tenemos la suerte de que ha amanecido encapotado, y parece que la predicción de la meteo ha acertado, pues ha llovido durante gran parte de la noche y, ahora empieza a chispear. De camino lo comentamos y nos alegramos, porque los días de lluvia la gente suele esperar un tiempo prudencial a ver como queda el panorama para decidir a qué sector ir a escalar, y nosotros necesitamos el pie de vía despejado para poder progresar en travesía uniendo todas las líneas del Muro, así que esto nos da algo de margen para salvar la pirula del despertador.
En cosa de media hora estamos a pie de vía con las mochilas casi tan llenas de cacharros como de ganas e ilusión. Menos mal que ayer me hice el primer porteo con la hamaca y una garrafa de agua, si no ahora estaría muerto. ¡Menuda aproximación! Desde luego que llegas lamentándote al Muro. Jaja!
Victor tiene especial ilusión por liberar el tramo de las fisuras, que corresponde a nuestro tercer largo del día, y no me extraña, porque tiene una pintaza que no veas, así que una vez más le toca empezar a escalar. El primer largo de acceso “El Infierno de las hortalizas 6b+” no presenta ninguna complicación, y en un rato ha montado reunión en una buena repisa desde la que se sube las dos mochilas con todo el material antes de asegurarme. El segundo largo me toca a mí, es el primero en travesía que escalaremos hoy y tiene un comienzo bastante fino. Aunque no es demasiado difícil, la distancia entre parabolts llega a ser de unos seis metros, lo cual te obliga a escalar ligero y asegurando cada movimiento al máximo, pues todo el mundo sabe lo divertido que es caerse escalando una travesía de placa con estos alejes, menos mal que vengo preparado…
Durante estas últimas semanas, desde que hicimos la primera intrusión de reconocimiento, una pregunta no ha dejado de rondar mi mente: “¿Qué pasa si me caigo? y seguro que voy a caerme más de una vez”. Normalmente las escaladas en travesía suelen hacerse famosas por el factor psicológico que albergan, y muchísimos/as escaladores las evitan.
A mi me encantan, pero esta es algo diferente, tiene un carácter especial. Escalas en horizontal sobre terreno desconocido y prácticamente virgen en muchos de sus tramos. Este largo por ejemplo, está limpio y muy escalado, así que no hay grandes probabilidades de arrancar un canto o romper un pie y caer de forma descontrolada, lo cual me tranquiliza bastante, pero en los tramos de más adelante la cosa cambia, como pronto comprobaremos. “¿Qué pasa si me caigo?”. Pues lo normal es que si la vía es vertical te reboces por la pared haciendo péndulo del último seguro hasta que cese la inercia y quedes colgado de este, si la pared no tiene obstáculos puede que como mucho te hagas algún rasguño, y si estás bien curtido en este tipo de escaladas no resulta difícil correr o rodar un poco por la pared para evitar grandes daños, pero este no es nuestro caso. Nuestra vía tiene repisas, diedros, zonas de roca descompuesta y, por si fuera poco, hemos de ir autoprotegiéndo la mayoría de sus tramos, los cuales corresponden con los que no están escalados, y esto es una putada.
Por poner un ejemplo: imaginemos que escalas un tramo de roca descompuesta, por el que nadie ha pasado con un martillo y una escoba para preparar la vía, y tienes que progresar en libre mientras te proteges como sea aprovechando las pequeñas ranuras que ofrece la vía; agujeros, grietas, puentes de roca, árboles… Una caída en este caso, suponiendo que estuvieras a unos cuatro metros del último seguro que has conseguido meter, probablemente un friend o un empotrador, te haría caer en vertical hasta que la cuerda tirase de tí, entonces te arrastraría por la pared, que como hemos dicho antes no está limpia, por lo que muy probablemente arranques más de una piedra con el paso de la cuerda. Si con un poco de suerte la pared es uniforme y vertical no debería haber mayor problema, si es desplomada mejor que mejor, pero si no es vertical si no que aploma un poco, ya puedes prepararte para correr y dar saltitos o rebozarte por ella al menos durante unos seis u ocho metros hasta que cese la inercia. Si para colmo la pared presenta formas y resaltes como diedros, repisas, árboles y matorrales, y algún que otro bloque de roca gigantesco, tienes un cocktail molotov listo para servir bien calentito.
Para finalizar con mis conclusiones, sólo me falta hablar del seguro sobre el que caes, que en caso de ser un friend o un empotrador pasivo no va a recibir la carga de forma lineal, sino oscilante según tu cuerpo vaya avanzando por la caída. Es decir: Si caes por derecha del empotrador, este recibirá una primera carga suave en sentido pendulante, que se irá intensificando hasta llegar al punto de máxima tensión cuando tu cuerpo llegue al final de la caída, situación en la que el seguro no recibirá una carga unidireccional, si no en dos sentidos; el de la cuerda que viene del asegurador, por la izquierda, y la del escalador caído, por debajo. Esto somete a los seguros a un nivel extra de exigencia por la complejidad vectorial de la carga que reciben y, mas te vale que el seguro sea a prueba de bombas o, que al menos empotre de forma positiva en la dirección de la carga final, que es la que más tensión habrá de soportar. Si el seguro se sale, ya sabes lo que te espera…
Volviendo a la vía, termino el largo sin problemas y monto reunión de un par de parabolts sobre una repisa perfecta para asegurar a Victor, mas o menos en el centro de la vía Ibiza Conexion 6b+, que nos deja en el lugar exacto en que queríamos estar, una esquina justo al final de la placa gris donde tenemos buena visual para asegurar y portear material entre largos.
Ha llegado el turno de Matoxo, pero antes hay que portear las dos mochilas petadas de material que traemos para la vía.
Volviendo a la vía, termino el largo sin problemas y monto reunión de un par de parabolts sobre una repisa perfecta para asegurar a Victor, mas o menos en el centro de la vía Ibiza Conexion 6b+, que nos deja en el lugar exacto en que queríamos estar, una esquina justo al final de la placa gris donde tenemos buena visual para asegurar y portear material entre largos.
Ha llegado el turno de Matoxo, pero antes hay que portear las dos mochilas petadas de material que traemos para la vía.
Una vez listo sale de la reunión como levitando entre cristales rotos. A cada paso que da arranca algo de la pared. Las piedras que tira con la mano van acompañadas de un grito sordo -!PIEDRA!
Lo que más me sorprende es la parsimonia con la que se toma escalar en este tipo de roca. Yo habría escalado lo más rápido posible centrado en dejarlo atrás cuanto antes, pero el tío Matoxo no solo se para a inspeccionar cada posible emplazamiento para proteger, si no que consigue meter no uno ni dos ni tres, sino hasta cuatro seguros desde la reunión hasta el primer bolt, y el último por si fuera poco redundado a muerte por un un empotrador y un alien verde que lo encierra en la entrada de la fisura, sin duda un nivel de maestría digno de admirar.
Por fin tras un rato de aguantar la respiración y rezar por que no se caiga llega a la primera chapa, que correspondería a la vía Leeds Wall, otro 6b+, y con ello los dos volvemos a respirar tranquilos.
Ha llegado el momento de disfrutar de verdad, y se nota. Victor escala tranquilo y fluido entre risas y comentarios alegres del tipo -”pero mira que pasada!” y cosas así. Parece que en un momento se lía un poco y no sabe si encarar por arriba o por debajo, y digo que se lía porque paradójicamente chapa el bolt de arriba pero escala la sección por debajo, cosas de la escalada a vista, y por lo que empiezo a entrever, algo que nos va a pasar bastante a menudo en esta vía. De un tirón se cruza en horizontal lo que yo diría que son los tramos más estéticos de estas vías: El catador de Sake 7b, Presiscrack 6c y Los Malacostrumbrados 7b, hasta encontrar el descuelgue de Las reglas del Juego (vía original) que a nosotros nos hará de tercera reunión, y lo celebra con un gran grito de alegría -”Vamoooos Hipiiieeeeee!!!”.
Una vez bien evacuado y espolsado, compruebo que todo está en su sitio y me dispongo a escalar. No tardo demasiado en confirmar mis sospechas sobre la integridad de la roca, que se fractura al más mínimo amago de traccionar de ella, y mis peores temores se ven confirmados en cuanto empiezo a recuperar seguros.
El primero es un empotrador azul, que corresponde a los más pequeños del juego que cargamos, incrustado en un agujero rematado con un saliente en forma de colmillo por la derecha, donde reposa la cabeza del tascón, lo que me hace pensar que en caso de haberse caído Victor la tensión generada por la cuerda que tira de mí lo hubiera arrancado de cuajo sin la menor resistencia, y queda verificado cuando solo con tocarlo se desplaza y sale como si estuviera apoyado tal cual sobre la roca. Espero que el siguiente sea mejor, pero con no demasiada sorpresa pronto descubro que la cosa no va a ser tan fácil.
Después de unos metros de escalar levitando para no romper nada en los que voy pensando: ”Este es un micro friend Z4 de color azul, el mas pequeño de la gama con doble bástago, de los que funcionan también como empotradores pasivos, seguro que está a prueba de bombas” y efectivamente, si ahora mismo callera una bomba en Chulilla seguro que el friend no se movería, pero al tirar del gatillo para sacarlo del pequeño agujero en el que está metido un montoncito de piedras salen volando detrás de él “La madre que me parió! menos mal que es fácil, no me caigo ni de coña vamos!” Continuo con mis pensamientos… Pero el siguiente seguro si que resulta ser de los buenos “Hallelujah!” No solo ha metido dos piezas en una fisura, si no que justo después, apenas un palmo a la derecha y por debajo está rematado con una cinta de dinema enlazada al tronco del pequeño lentisco que, aunque bastante seco y de aspecto precario me inspira una gran confianza.
En cualquier caso ya solo quedan unos pocos metros hasta el parabolt, así que puedo respirar tranquilo, y a eso me dedico durante un momento.
Aquí la cosa cambia de todas todas. Pasamos de escalar por gravilla vertical a coger regletas y cantos romos super sólidos. -“Esto si que mola Matoxo!” grito hiperexcitado mientras me dispongo a disfrutar los metros que vienen por delante.
Ya en la fisura intento reposar lo mejor que puedo, pero es muy roma y el ambiente está húmedo, tengo calor, me suda todo y, según he observado mientras Victor escalaba más arriba hay otra fisura con mejor reposo, así que cojo aire, unto a fondo las manos en magnesio y tiro millas. Como los últimos metros de escalada han sido en sentido descendente, ahora me toca volver a subir. Este largo está siendo de lo más completo e interesante, voy conectando chapas pasando por los tramos más bonitos de cada vía, cantos romos, regletas, fisuras y alguna chorrerita. De arriba a abajo y de abajo a arriba, una auténtica maravilla.
Cuando llego al pequeño diedro fisurado del gran reposo, estoy tan excitado que no consigo encontrar una buena posición en la que relajarme. La siguiente sección consiste en pasar del diedro en el que me encuentro ahora, a la placa de la derecha para encontrar la reunión, pasando por un espolón que dibuja un cambio de plano de los de película, sin duda el momento más aéreo de toda la vía.
Cegado por la magia del momento y las ganas de terminar el largo, escalo los últimos metros sin pensar demasiado, dejo de prestar atención a los pies y voy tirando de los agarres, que empiezan a ser romos y pequeños con una fuerza excesiva que no tarda en desgastarme hasta el punto de encontrarme a tan solo unos escasos cuatro metros de mi colega, con el último seguro deschapado y un embotellamiento que no veas. La mano izquierda se aferra como puede a un romo sobao de sobadonga al estilo Chulillano, y con la derecha intento aferrar un agujero para tres dedos lleno de tierra que, no se muy bien por que razón me empeño en limpiar a base de sacudirlo con los dedos y soplar desde lejos, como si fuera a servir de algo. No tardo en empezar a sentirme agotado y para colmo de los olmos, en uno de esos soplidos de lobo feroz me ha entrado tierra en un ojo. -”Joder Matoxo que no puedo mas!” grito nervioso.
Él intenta de buena fe darme algunas indicaciones sobre dónde agarrarme con la mano derecha como alternativa al tridedo terroso que tanta guerra me está dando, pero ya es demasiado tarde, mi cuerpo y mi mente están cerrados, solo hay espacio para una cosa; todo el ruido mental que llevo gestando durante la últimas semanas… “¿Qué pasa si me caigo?” -”Ostia Matoxo que me caigo eh! -”Tranqui tío que es fácil” me contesta, pero yo como quien oye llover: .” que me caigo tío! que me caigo!” Insisto.
. -”¡A tomar por culo, voy!” Y me suelto.
Una vez colgando de la cuerda, a salvo del futuro, contemplo la cara de asombro de Victor, con mirada curiosa y gestos de pasmao. “Seguro que está pensando: ¿Como coño se cae ahí, si ya no quedaba nada y era el tramo más fácil y menos expuesto de la vía?”. Precisamente por eso, reflexiono. Tal vez, quizás solo necesitaba un momento de relativa seguridad objetiva para demostrarme a mí mismo que toda esta conversación mental de las últimas semanas tiene sentido, y eso me tranquiliza y me hace reir. Un par de respiraciones para saborear el momento, más que para reponer fuerzas y subo directo a la reunión listo, ahora sí, para continuar con nuestra aventura horizontal.
Como los siguientes largos ya los conocemos no nos dan mucha guerra, y casualmente nos toca abrirlos en el mismo orden que hace un mes, así que progresamos con cierta facilidad. Un tramo corto de unos quince metros protegido con cuatro parabolts en buen estado y una dificultad de quinto grado más o menos que, en cosa de diez minutos está hecho y conmigo en la reunión tirando de las mochilas.
Vic escala el siguiente tramo sin problemas instalando un alien amarillo en el agujero que limpié con esa intención la última vez. Después unos cuantos metros sorteando obstáculos sobre una zona llena de escombros y bloques del tamaño de estufas y armarios empotrados ya está listo de nuevo para esperarme en la reunión, un porteo rápido de material, se nota que ya le vamos pillando el rollo, y en menos que canta un gallo estamos pensando en cómo triangular la reunión para colgar la hamaca y distribuir todo el material de la forma más ordenada y equilibrada posible.
El primer error que cometemos es que, como yo estoy liado con el montaje y organización de la reunión, decidimos que para ir adelantando sea Victor quien baje a por la hamaca, la fije a la cuerda y vuelva a subir para montarla entre los dos. En principio debería de estar cerca del punto en el que estamos y ser fácil de localizar, nada más lejos de la realidad.
Después de un buen rato intentando encontrarla en el que nos comunicamos torpemente a base de gritos, comprendo que me toca bajar a mi también, así que paso la fija por le Grigri y me dirijo a tierra. Una vez en el sendero boscoso que une el muro de las lamentaciones con Los DIedros y La Pared De Enfrente, me doy cuenta de dos cosas: La primera es que la hamaca está a tomar por culo de nuestra reunión, y la segunda que no es nada fácil encontrara, lo cual quiere decir que he hecho un buen trabajo escondiéndola, pero un mal trabajo calculando nuestro avance por la ruta, y debería de haber sido yo quien bajar a por las cosas, pero en fín, aquí estamos los dos. Ya con la hamaca y algunas provisiones que había guardado en un agujero de la pared nos dirigimos nuevamente a nuestro campo One. Soy el primero en subir por la cuerda para izar el petate desde la reunión e ir preparándolo todo, y en cuanto llega Vic nos ponemos manos a la obra.
El montaje resulta ser de lo más entretenido, y mucho más fácil de lo que esperamos. Es la primera vez que montamos una hamaca así en altura, yo solo la monté una vez en mi terraza para limpiarla y lo hice sobre el suelo, así que en esta situación la cosa se complica un poco, pero enseguida le pillamos el truco.
Esta hamaca es algo especial, porque no viene con instrucciones ni garantías del fabricante, más que las ganas e ilusión con que se hizo. Está construida a mano copiando un modelo de Black Diamond por mi amigo Jose Inarejos, con quien por aquella época escalaba casi a diario en Chulilla y, fue precisamente él quien me habló de Las Reglas Del Juago por primera vez. Desde entonces siempre he soñado con escalar esta ruta, y el hecho de poder hacer noche en su hamaca, hace que estos momentos sean aún más especiales. Es una auténtica pasada, y cuando más la miro mas me mola reposar colgado sobre ella.
Está fabricada con barras de aluminio huecas, empalmadas con codos del mismo material, unidos entre sí por dentro con un cordino de dos o tres milímetros para que no se separen. La lona sobre la que reposas para dormir es de PVC, el mismo material del que se fabrican las barcas de Rafting con las que curramos en el río, lo cual nos motiva mazo a Matoxo y a mí, es un tacto familiar que nos evoca recuerdos de grandes momentos. De cada codo y unión de las barras, nueve en total, sale una cinta plana super old school un un tensor individual de acero, para poder regular y equilibrar bien la carga y dejar la cama en posición horizontal, independientemente de si cuelgas del techo o queda apoyada en la pared.
Estos nueve puntos confluyen en uno solo a través de otras cintas algo más finas que quedan cerradas sobre un mosquetón de seguridad. Otra cincha une los dos codos de los extremos de la barra central, lo que mantiene la hamaca cerrada y estable en todo momento. Sin duda una auténtica obra de ingeniería cien por cien fabricada a mano con mucho fanatismo e ilusión. Es todo un honor poder pasar aquí las noches soñando bajo las estrellas.
Para una cordada normal habría llegado el momento de relajarse sentado en la hamaca y disfrutar del trabajo realizado. Comer algo, hidratarse y descansar bien mientras planeamos nuestros próximos pasos, pero una vez más, este no es nuestro caso.
Resulta que Víctor tiene visita, unos colegas al tanto de la noticia han venido hasta Chulilla para poder vernos escalar en directo, son esos que gritaban “!Vamos Matoxoooooo!” Y en medio del subidón del momento, puesto que ninguno de los dos parece cansado, nos parece buena idea bajar a tomar la birra al bar. Víctor quiere ver a sus colegas y contarles todo lo que ha estado sintiendo durante el día, y lo cierto es que yo me muero por una cerveza bien fría.
Bien fortalecidos ponemos rumbo al bar, donde nos encontramos con Elena, Pollo, Moni y el resto de la peñita de por aquí. Víctor se sienta con sus amigos y entre risas y expresiones de asombro les pone al día de todo lo acontecido desde nuestra primera visita en fin de año hasta este momento.
Ya con el estómago lleno y el espíritu sereno, decidimos que es hora de volver al muro. Nos queda al menos media hora de aproximación con un desnivel de los buenos, unos cuarenta metros de Jumar hasta la reunión, para una vez allí, montar la hamaca de Elena, que aún no sabemos muy bien cómo vamos a instalar.
Mientras yo me afanaba en garantizar un lugar seguro y acogedor para Elena, Víctor no se ha quedado quieto. Ha terminado de subir todo lo que quedaba y ha dejado el resto de la instalación bien dispuesta para pasar la noche, ahora sí, es momento de relajarse y disfrutar del bien merecido descanso. Un descanso que sabe a Enterizo y acordes al aire gracias a Elena, que no tarda en desenfundar su guitarra y darnos marcha, mientras yo abro la botella de vino.
Elena es la chispa de ilusión y alegría que pone la banda sonora a cualquier película que se me pase por la cabeza. Y Victor Matoxo, el más tocho, es sin duda el escalador más fuerte de la cordada, con esos bíceps y fornidos pectorales que tiene… Jajaja! Además tiene ese temperamento tranquilo, relajado pero preciso y alerta con el que se desenvuelve el las situaciones más expuestas, y lo más importante de todo, rebosa ilusión por todo lo que hace.
Escalando con él cada vía es la mejor, cada movimiento resulta inigualable y en definitiva, cada día es un gran día. No podría haber escogido un compañero mejor para esta aventura.
Es por la mañana y amanece despejado, con lo que enseguida nos empieza a sobrar el abrigo. Ha sido una noche tranquila, prácticamente caí desmayado nada más cerrar los ojos, aunque tuve que levantarme una vez para mear todo el vino que me había bebido, jeje, que bien que me sentó leches!
Cada un@ amanece a su ritmo, y quitando de los clásicos buenos días nadie dice demasiado hasta pasado un buen rato. El momento tiene tanta magia que no nos salen las palabras.
Todo el mundo sabe lo bonito que es Chulilla, y cualquier escalador/a que haya estado allí ha podido apreciar la belleza del pueblo incrustado en la montaña, bajo la muralla del castillo situado sobre el farallón central que para nosotros es conocido como el Tío José. Pero pocas personas han amanecido así, con esta estampa. En el río todavía se pueden identificar algunas alimañas como ardillas y zorros, incluso jabalíes, y aves acuáticas como garzas y una especie de cormorán que acostumbra a bañarse en la Peña Judía con las primeras luces del alba. Es una pasada.
Al rato de estar ahí tirados, horas diría yo, las conclusiones son claras. Hoy no se escala. Tenemos resaca y estamos algo cansados, además de que ya es tarde para ponerse en marcha si queremos escalar con buena temperatura y el pié de vía libre de escaladores/as de hecho ya hemos visto varios grupos pasar de camino a la pared de enfrente. Además estamos tan satisfechos con todo lo que hemos vivido que no sentimos la llamada de más acción. Si conseguimos desmontarlo todo y llegar a casa para comer, habremos bordado el fin de semana. Así que con toda la calma del mundo nos dedicamos a disfrutar de la mañana sin ninguna presión
Pues nada! ya toca bajarse y volver a casa, así que desmontamos todo el tinglao tan rápido como podemos, y quedo sorprendido de lo bien organizado que lo está todo. En menos de una hora estamos l@s tres de camino al parking, donde cada fin de semana que visitamos Chulilla da comienzo y fin esta nuestra épica aventura.
Entre risas y abrazos nos despedimos hasta nuestra próxima cita con Las Reglas Del Juago, que hemos establecido para el próximo fin de semana del 26 y 27 de febrero.
-¡Hasta pronto!